La Vecina.
Esta historia de terror la
protagoniza Eduardo, un joven de 25 años, vivía solo en un pequeño apartamento en
la ciudad, era poco lo que podía permitirse pero era suficiente para vivir y
salir adelante. Una noche escuchó gritos e impactos de puñetazos, él estaba
preocupado porque desde que se había mudado a ese lugar era el único inquilino
de ese piso. Justo a las 12 de la noche alguien tocó la puerta de su
apartamento y muy extrañado fue a abrir. Frente a él se encontraba una mujer
muy blanca, se veía cansada y tenía un gran golpe en el ojo que le generó un
hematoma bastante feo, ella le preguntó si podía quedarse con él, pues su
marido le había golpeado y a la mañana siguiente su familia la iría a recoger.
Él no se negó, la hizo pasar y
acomodó el sofá para que ella pudiera descansar cómodamente, era lo único que
podía ofrecerle y ella no se quejó, solo le agradeció ese pequeño gesto y se
fue a acostar. Al día siguiente, cuando Eduardo iba a hacer el desayuno para
ambos, notó que la sábana que le había dado a la señora estaba doblada
delicadamente y la mujer ya no estaba. No se extrañó, quizás la familia la
había buscado muy temprano y ahora ella estaría denunciando a su esposo, sin
embargo, ella volvió a aparecer a las 12 de la noche más golpeada que el día
anterior.
Todo eso se repitió por una
semana completa y ya el chico estaba angustiado, la mujer no le decía nada de
su marido, solo se dedicaba a negarse hablar y a descansar en su sofá. La noche
anterior los gritos desesperados de la mujer y el estado crítico en el que
llegó lo hicieron pensar que pronto el esposo la iba a matar, así que bajó
hasta la oficina de seguridad.
Grande fue su sorpresa cuando los
vigilantes y vecinos le dijeron que lo que decía era imposible, que esa mujer
no podía quedarse en su habitación. Ella había muerto hace más de un año, su
esposo la había asesinado.
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