El Viejo y el pastel de manzana.
El señor Carter era un anciano
gruñón y desquiciado, odiaba con todo su ser a los niños, sobre todo en la
época de Halloween. Detestaba que los pequeños tocaran la puerta de su casa
para pedir dulces, él solo quería deshacerse de todos ellos, así que ideó un
plan para acabar con todos esos niños de la manera más sanguinaria posible.
Compró muchas manzanas y cuchillas, estas últimas las cortó hasta convertirlas
en pequeños trozos punzantes que introduciría más tarde en las manzanas. Su
esposa estaba aterrorizada con lo que aquel viejo iba a hacer y supo que tenía
que detenerlo en cuanto vio que el señor le añadía caramelo a las frutas.
Tomó todas las manzanas y
teniendo cuidado de no acabar con las cuchillas, preparó un gran pastel. Lo
decoró como a su esposo solía gustarle y se obsequió minutos antes de que
llegaran los niños para pedir los dulces. El viejo estaba impaciente, él quería
que esos mocosos murieran cuanto antes y en vez de degustar el pastel como una
persona normal, lo consumió de manera rápida sin siquiera llegar a masticar el
rico postre. Su esposa estaba sonriente, más de lo que había estado durante los
últimos años en los que el señor cambió su actitud.
Antes de que el viejo pudiera
preguntarle a su mujer por qué le sonreía de esa manera, comenzó a ahogarse,
sentía que algo le desgarraba la garganta y bajaba sin piedad por todo el ducto
hasta su estómago. El dolor y espasmos que atacaban su anatomía eran tan
bestiales que el señor se tumbó al suelo escupiendo sangre, ahogándose con ella
y observando con ojos desorbitados a su ahora risueña esposa.
“¿Creíste que dejaría que asesinaras a esos
niños como lo hiciste con nuestros hijos?“
El viejo falleció de una manera
trágica, tal como murieron sus hijos y como planeaba asesinar a los niños en
Halloween. ¿Su mujer? Está cobrando venganza con todos los hombres que tratan
mal a los niños, todo lo hace en memoria del viejo y el pastel de manzana.
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