Historia del primer amor
Todas las noches él esperaba
junto a su ventana para verla pasar. Sin falta, exactamente a las 10:23 pm,
ella doblaba en la esquina, vestida con su uniforme escolar verde, sin importar
que fuera fin de semana; llevaba siempre gruesas mayas y largas mangas a pesar
del calor. Apenas podÃa verse una parte de su rostro entre aquella larga y
oscura cabellera que caÃa hasta la cintura.
Para el todo transcurrÃa en
cámara lenta, tenÃa solo unos segundos para admirarla, antes de que ella se
perdiera nuevamente en la siguiente esquina, aquellos cabellos más oscuros que
la noche se tornaban luminosos y plateados al reflejar la luz de la luna, y se
mecÃan aparentando vida propia con el más leve viento. Era en esos momentos que
podÃa apreciar su blanco y terso rostro que la mayorÃa del tiempo estaba
escondido.
Sus pasos eran tan ligeros que ni
siquiera se escuchaba el chocar de los pies contra el suelo. El chico estaba
totalmente enamorado, aunque no supiera ni su nombre. Pero se habÃa decidido a
cambiar las cosas, asà que salió por su ventana para ir tras ella, preguntarle
su nombre, acompañarla a casa, pedir su teléfono, cualquier cosa que lo
acercara más a ella.
Cuando él dobló la esquina, ella
ya estaba en medio del parque, donde la molestaba un grupo de vagos mientras
ella seguÃa caminando tÃmidamente, al llegar a la zona más oscura y boscosa, la
jovencita se quitó el cabello del rostro dejando ver una enorme sonrisa que
embrujó al joven, el cual permaneció inmóvil, viendo como ella hundÃa sus
largos y afilados colmillos en cada uno de los hombres, los levantaba por los
aires como si fuesen simples hojas de papel, desgarrándoles la piel para
disfrutar de su sangre.
La enorme cabellera servÃa para
cubrir un par de pequeñas y negras alas que se agitaban velozmente al ritmo de
cada una de sus mordidas.
Viéndola en todo su esplendor, el
joven no pudo hacer otra cosa que enamorarse más de ella, el color de la sangre
en sus labios solo la invitaba a besarla, el revolotear de sus alas solo le
anunciaba que debÃa abrazarla con fuerza antes de que ella se fuera volando…
–Solo querÃa tenerla entre sus
brazos–… aunque para ella el chico no fuera más que un postre, después de tan
suculenta cena.
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